Un hotel de su tiempo

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Sentirse en casa

La Maison Pigalle está viviendo su segunda juventud. Las habitaciones, renovadas recientemente, destilan el más puro estilo de apartamento haussmanniano, con techos altos, paredes blancas, molduras y parqués de madera clara. En las zonas comunes se respira un ambiente especialmente acogedor. El lobby invita al descanso, con sus muebles de madera y los paneles de papel pintado con un aire selvático. Un tocadiscos y un altavoz Marshall invitan a los huéspedes a elegir un vinilo de la colección del hotel y escucharlo como si estuvieran en el salón de su casa. Y muchos libros, por todos lados. Libros nuevos y viejos, repartidos tanto en las zonas comunes como en las habitaciones, que aportan el toque hogareño definitivo a este hotel donde podrá relajarse y disfrutar del descanso. 
 

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UN BARRIO PINTORESCO

Nuestro hotel se encuentra en una de las zonas más emblemáticas de la capital. Entre las callejuelas en cuesta que llevan a Montmartre, puede pasear a pie para descubrir los restaurantes más modernos u otros aún desconocidos. Tanto si viene desde la iglesia de la Santa Trinidad como desde la encantadora placita de Saint-Georges, siga subiendo, sin prisa, hasta encontrarnos. Y si está en Pigalle, solo tiene que bajar por las tranquilas calles para llegar a nuestra puerta.

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Un París en movimiento

Durante mucho tiempo, Pigalle fue un barrio complicado. A finales del siglo XIX, la gente acudía a este suburbio de bajos fondos para visitar los cabarets, disfrutar de los «placeres nocturnos» y no regresar a casa hasta el amanecer. Puede que la época de los burdeles, los truhanes y los bares ilegales ya haya pasado, pero Pigalle ha conservado un lado frívolo y colorido, menos transgresivo, pero todavía descarado. Los sex shops siguen salpicando ambas aceras del «pasillo verde» que recorre el bulevar, pero han aflorado negocios más mainstream y modernos en este decorado de neones y cláxones. El restaurante Bouillon Pigalle o el Bar à Bulles son algunos de los mejores lugares para pasar una velada animada sin vaciar la cartera. Cerca de nuestro hotel el ambiente es más tranquilo, pero la famosa cancha de baloncesto de la rue Duperré, el bar clandestino del restaurante Pink Mamma o el menú vegetariano de L’Embuscade son el mejor ejemplo de un barrio que nunca para. 
 

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Sentirse en casa

La Maison Pigalle está viviendo su segunda juventud. Las habitaciones, renovadas recientemente, destilan el más puro estilo de apartamento haussmanniano, con techos altos, paredes blancas, molduras y parqués de madera clara. En las zonas comunes se respira un ambiente especialmente acogedor. El lobby invita al descanso, con sus muebles de madera y los paneles de papel pintado con un aire selvático. Un tocadiscos y un altavoz Marshall invitan a los huéspedes a elegir un vinilo de la colección del hotel y escucharlo como si estuvieran en el salón de su casa. Y muchos libros, por todos lados. Libros nuevos y viejos, repartidos tanto en las zonas comunes como en las habitaciones, que aportan el toque hogareño definitivo a este hotel donde podrá relajarse y disfrutar del descanso. 

Un barrio pintoresco

Nuestro hotel se encuentra en una de las zonas más emblemáticas de la capital. Entre las callejuelas en cuesta que llevan a Montmartre, puede pasear a pie para descubrir los restaurantes más modernos u otros aún desconocidos. Tanto si viene desde la iglesia de la Santa Trinidad como desde la encantadora placita de Saint-Georges, siga subiendo, sin prisa, hasta encontrarnos. Y si está en Pigalle, solo tiene que bajar por las tranquilas calles para llegar a nuestra puerta.

Un París en movimiento

Durante mucho tiempo, Pigalle fue un barrio complicado. A finales del siglo XIX, la gente acudía a este suburbio de bajos fondos para visitar los cabarets, disfrutar de los «placeres nocturnos» y no regresar a casa hasta el amanecer. Puede que la época de los burdeles, los truhanes y los bares ilegales ya haya pasado, pero Pigalle ha conservado un lado frívolo y colorido, menos transgresivo, pero todavía descarado. Los sex shops siguen salpicando ambas aceras del «pasillo verde» que recorre el bulevar, pero han aflorado negocios más mainstream y modernos en este decorado de neones y cláxones. El restaurante Bouillon Pigalle o el Bar à Bulles son algunos de los mejores lugares para pasar una velada animada sin vaciar la cartera. Cerca de nuestro hotel el ambiente es más tranquilo, pero la famosa cancha de baloncesto de la rue Duperré, el bar clandestino del restaurante Pink Mamma o el menú vegetariano de L’Embuscade son el mejor ejemplo de un barrio que nunca para. 

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